miércoles, 13 de diciembre de 2006

Una de cine: efectos especiales

Por fin, después de tanto darle vueltas, he conseguido elaborar un razonamiento más o menos decente para mi opinión sobre los efectos especiales en el cine. Resulta que hasta ahora nunca encontraba una forma razonada y explicada, digamos, argumentos usables en juicio, para exponer a aquellos que dicen “tiene muy buenos efectos especiales” para hablar bien de una película y que consideran a dichos efectos como algo valorable a la hora de decir lo buena o mala que ésta es.

Imaginemos que los efectos especiales llegan al infinito. Es decir, imaginemos el fin de los tiempos tecnológicos cuando, técnicamente, el hombre puede hacerlo todo. Imaginemos una tecnología gráfica tan, tan avanzada que nos permite reproducir a la perfección cualquier rostro humano, con la exacta identificación con las facciones humanas, de forma tan buena y avanzada, con un efecto tan conseguido, que sería difícil distinguir a un actor real de uno virtual. Imaginemos entonces que rodamos dos películas idénticas: una con nuestro actor virtual y la otra con el real. La pregunta es: ¿pondrías la misma nota a ambas películas, puesto que son iguales? ¿O dirías que la del actor virtual es un poquito mejor debido al mérito de tener muy buenos efectos especiales? (es obvio que mis respuestas son sí (para la primera) y no (para la segunda).


El corolario es: los efectos especiales son sólo una herramienta, no un fin en sí mismo. Nos sirven para crear cosas, pero las cosas creadas no son buenas sólo por existir, sino que debemos hacerlas buenas.


A todo esto: prueben www.filmaffinity.com los aficionados al cine. Magnífica web.

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