viernes, 15 de diciembre de 2006

Venceréis, pero no convenceréis


Miguel de Unamuno, a pesar de ser colega de José Antonio Primo de Rivera (cofundador de la Falange, y actualmente enterrado junto con Franco en el Valle de los Caídos), murió encerrado en su casa en situación de arresto domiciliario después de haberle dicho a Millán Astray (golpista y fundador de la Legión): "venceréis, pero no convenceréis".

Unamuno tenía razón en eso (aunque quizá no la tuviera tanto cuando dijo de Primo que era uno de los cerebros más prometedores de la Europa de su momento), y ha llegado el momento de ponerlo en práctica. Efectivamente, no convencieron. De forma que en vez de seguir agachando la cabeza por el miedo a ofender, exclamemos en voz alta y orgullosa que no queremos consentir ciertas cosas que legitiman aquellas ideas. Bien por el gobierno, y quien dude, por favor, que se lea la (mal llamada) ley de la memoria histórica (sólo son diez páginas) y vea que es cojonuda, preciosa y reconciliadora. No niega nada, ni reescribe nada. No nos dejemos engañar por la responsabilidad de algunos.

Para ejercer nuestro derecho de ciudadanos antes hemos debido acatar la obligación de hacerlo de forma informada y responsable.

Ya que estamos con Unamuno, la verdad es que el tío era una caja de pólvora en cuestión de sentencias. Es suyo el famosísimo "que inventen ellos" que refleja uno de los tópicos más tristes de la realidad española como culo de Europa. Quijotísima y graciosísima, pero me quedo con actitudes más positivas, más constructivas.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Una de cine: efectos especiales

Por fin, después de tanto darle vueltas, he conseguido elaborar un razonamiento más o menos decente para mi opinión sobre los efectos especiales en el cine. Resulta que hasta ahora nunca encontraba una forma razonada y explicada, digamos, argumentos usables en juicio, para exponer a aquellos que dicen “tiene muy buenos efectos especiales” para hablar bien de una película y que consideran a dichos efectos como algo valorable a la hora de decir lo buena o mala que ésta es.

Imaginemos que los efectos especiales llegan al infinito. Es decir, imaginemos el fin de los tiempos tecnológicos cuando, técnicamente, el hombre puede hacerlo todo. Imaginemos una tecnología gráfica tan, tan avanzada que nos permite reproducir a la perfección cualquier rostro humano, con la exacta identificación con las facciones humanas, de forma tan buena y avanzada, con un efecto tan conseguido, que sería difícil distinguir a un actor real de uno virtual. Imaginemos entonces que rodamos dos películas idénticas: una con nuestro actor virtual y la otra con el real. La pregunta es: ¿pondrías la misma nota a ambas películas, puesto que son iguales? ¿O dirías que la del actor virtual es un poquito mejor debido al mérito de tener muy buenos efectos especiales? (es obvio que mis respuestas son sí (para la primera) y no (para la segunda).


El corolario es: los efectos especiales son sólo una herramienta, no un fin en sí mismo. Nos sirven para crear cosas, pero las cosas creadas no son buenas sólo por existir, sino que debemos hacerlas buenas.


A todo esto: prueben www.filmaffinity.com los aficionados al cine. Magnífica web.

Quebraderos legislativos


He elaborado un nuevo sistema de reparto de congresistas (diputados) para el parlamento español más justo que la mierda que tenemos ahora, capaz de infravalorar la representación de algunos partidos en un 82% mientras infla la de otros hasta en un 19%.

El caso es el siguiente: al hacer la distribución por demarcaciones provinciales, puesto que el número de diputados electos en cada demarcación es pequeño (por ejemplo, en Granada son 7), pues un partido pequeño puede no llegar a tener ninguno. Sin embargo, un partido con pocos votos, pero repartidos por las 52 provincias españolas, suman muchos votos. Pero claro, provincia a provincia no ha ido sumando nada. El más jodido por esto es Izquierda Unida. En cambio, partidos hiperconcentrados en una sola provincia como PNV o Unión del Pueblo Navarro se sobredimensionan con este sistema.


Al final, lo que necesitamos es una cámara que represente al pueblo español en un porcentaje igual a los votos emitidos, para que todos los votos valgan igual. Porque para representar regiones ya tenemos al Senado. De forma que habría que hacer una sola circunscripción que abarcase todo el territorio nacional. Como la Constitución establece, creo recordar, un congreso de entre 300 y 400 diputados, pues lo que hacemos es multiplicar el porcentaje obtenido de votos de cada partido por 3,5. De esta forma, de media, tendríamos siempre un congreso de 350 diputados ± 5 arriba o abajo, según de qué forma redondeemos. Podemos hacerlo hacia arriba o hacia abajo, aunque creo que lo mejor es hacerlo de forma aritmética: 0,49 hacia abajo, y 0,50 hacia arriba.

Según este sistema, en las elecciones de 2004 habría salido un congreso de 345 diputados, de los cuales habría obtenido escaño aquellos partidos con más de un 0,143 % de los votos emitidos. Ello ampliaría la composición del llamado grupo mixto, que dejarían de ser unos capullos que no pintan nada en el congreso para tener una cierta importancia en la toma de decisiones, que para eso les han votado. Dicha importancia por supuesto, correspondida porcentualmente con los votos recibidos, aquí a nadie se le infla la representación.

Los partidos mayoritarios recirían en un 2-3 % su peso en la cámara, pero eso es algo necesario (por justo) puesto que ya no estamos en la transición, y no tenemos esa necesidad de favorecer mayorías estables a toda costa, incluso a costa de inflar los escaños a los partidos grandes, para evitar el cachondeo que podría haber sido la política de los 70 sin esa ayuda.

Aclaraciones: los datos de las elecciones han sido extraídos de la web del congreso y esto que he puesto aquí no implica ni siquiera ligeramente mi simpatía o antipatía por ningún partido en absoluto.