miércoles, 28 de julio de 2010

Los empresarios según Forges

Ya está, ya no puedo aguantar más. Como tantos otros lectores más o menos fieles de El País he disfrutado mucho y muchas veces con las viñetas de Forges. También me conmueve la enorme promoción de una conciencia solidaria que trata de plasmar en sus viñetas, devoradas cada día por sus muchos seguidores. De hecho, actualmente la viñeta de Forges es el único lugar de la prensa española donde a día de hoy seguimos leyendo la palabra Haití.

Sin embargo he decir algo. No puedo con su concepción decimonónica de los empresarios. Casi siempre que toca un tema relacionado, los pobres curritos de Forges son machacados por una multitud de empresarios gordos, con sombrero de copa y un puro en la boca, que una sonrisa malvada, casi juguetona, le gritan y humillan; le dicen cosas como "Espabile, García", o "lo siento, García, hemos pensado que para no dejar de ganar dinero a espuertas, este año tenemos que bajarle el sueldo".

Ya está bien, señor Forges. A ver si algún día puede usted sacar a un empresario de los que no disfrutan despidiendo gente. Alguno de los que paga sueldos decentes. Alguno que no acorrale a empleados explotados y estresados, de tamaño corporal varias veces inferior (buen truco, ¿eh?), cuando va a hablar con ellos. Alguno que no esté encaramado a la última planta de un rascacielos de hormigón con el rótulo 'Pelotazos, S.A.'. Alguno que no sea un cabrón integral.

Tampoco es tanto pedir, digo yo. Aunque sólo sea un día. Si le preocupa que haciendo eso su viñeta no sea lo suficientemente popular, tal vez le convenga recordar que en España hay 3,3 millones de empresas. Y aproximadamente el 87% de las empresas españolas son de diez o menos empleados (pequeña empresa). Empresas pequeñas y medianas en las que la gente se trata de tú a tú, o en las que los defectos de los empresarios, sin dejar de ser defectos, son muy diferentes a los de su eterno mito del obeso fumador de puros vestido de negro.

En España hay 3.13 millones de personas que trabajan por cuenta propia (con o sin empleados). Que no son empleados de nadie. En España se les llama 'autónomos' cuando te caen bien y 'empresarios' cuando te caen mal:

Al final son, cómo decirselo... personas. Gente que montó su propio chiringuito y contrató a otra gente si el chiringuito fue bien. Muchos de ellos también son buena gente. A menudo trabajan más horas que los demás, y suelen dormir peor. La mayoría, créalo o no, no disfruta despidiendo a sus empleados cuando el chiringuito va mal.

Es cierto que muchos de ellos son bastante egoístas y jamás perderían la oportunidad de ahorrar un euro antes que mejorar la vida de un empleado. Otros no. Nada nuevo bajo el sol.


Mire que me gustan sus dos viejecitas del pueblo, y su matrimonio con los párpados medio cerrados... ¡joder, reconozco que a veces hasta las viñetas en las que se mete con los empresarios me hacen gracia! Es usted bueno, muy bueno. ¡Cachis!

Fuente: EPA del 1er trimestre de este año.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Esto lo jodimos entre todos.org


Los bancos son muy muy malos, y las empresas con beneficios son casi Satanás ("pero ¡cómo se atreven a ganar dinero con la que está cayendo??"), pero hay algunas cosas que parece que da miedo admitir. Así que vamos a dejar de mirar para otro lado y a mirarnos un rato el ombligo, foco de nuestra mirada para tantas otras cosas.

A la en apariencia cándida (que de cándida nada) iniciativa de estosololoarreglamosentretodos.org ha seguido un aluvión de críticas en internet que han terminado canalizándose en el eslogan de estodeberíanarreglarlolosquelojodieron o algo así. Y llevan razón los dos. Lo que pasa, como tantas otras veces, es que esto lo jodimos entre 'todos'.

Cuando digo 'todos', así entre comillas, no quiero todos todos de verdad. Pero sí una gran parte. Además de las constructoras alimentado un mercado que parecía no tener fin, de los bancos regalando dinero a un interés de risa y de los concejales de urbanismo cenando cada noche con representantes de ambos, hay muchos ciudadanos anónimos, ahora con sus manos echadas en la cabeza, que alimentaron este tinglado para ganar pasta fácilmente. Millones de ellos, quizá. Olvidáos por un momento de los bancos y pensemos en aquellos que pidieron dinero a un banco. ¿Para qué lo pidieron? Para esa casita en la playa, revendida unos cuantos años después por el doble de su precio. Para la de la sierra. Para una segunda, o tercera casa, deshabitadas, en la misma ciudad, con el único objetivo de especular.

La única diferencia, la que separa a los triunfadores del pelotazo (ahora camuflados) de los pobres pardillos arruinados por la crisis, es que consiguieran o no vender los inmuebles que les sobraban antes de estallar la burbuja. Pero ambos estaban jugando a lo mismo.

Mucha gente con hipotecas clama al cielo gritando ¿dónde está mi dinero? ¡Malditos bancos! ¿Cómo puedo estar pagando una hipoteca de 350.000 euros si mi casa vale 250.000 ?? Y los bancos serán todo lo malos que quieras, pero no se han quedado con esa diferencia. El banco a su vez pagó 350.000 euros a alguien. A ese tipo que te vendió la casa. Ese ciudadano de clase de media que pegó su modesto pelotazo (el compró por aún menos de 250.000 y te la encasquetó a 350.000) y volvió a sus quehaceres y a su trabajo con un buen dividendo en el bolsillo. No conseguido en base a su trabajo. No conseguido en base a su mérito personal. Conseguido sólo porque pasaba por allí, tenía unos ahorrillos, compró como hacía todo el mundo y luego se lo quitaron de las manos por una pasta, también como a todo el mundo.

Tú lo compraste a 350.000, y esperabas quizá venderlo en unos años a 450.000, a 500.000... ¿quién sabe? Echaste la imaginación a volar. Pero te cogió con el pie cambiado, como a tantos otros. Y tu dinero no lo tiene el banco. No lo tiene Zapatero. Lo tienen tu vecino, tu cuñado, y aquel amiguete que siempre repetía aquella cantinela (¿la recordáis?) de 'el ladrillo es un valor seguro'.
Porque cuando tú, y tú, y tú, y él, y aquel señor de allí, y yo mismo, cuando nos convertimos en nosotros, si nos ponemos todos a hacer el tonto con el dinero, no hay ninguna crisis que no seamos capaces de crear.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Pensiones


Hace muchos años que yo tenía asumido que la edad de jubilación iba a subir. Pero no esperaba 67 años, la verdad. Juro que tenía bastante asumido que probablemente a los de mi generación nos tocaría trabajar hasta los 70 años. Excluyendo, eso sí, a los trabajadores de sectores con regímenes especiales con la seguridad social (como los tan cacareados mineros, típico ejemplo en estos casos, y que se jubilan antes que los trabajadores de régimen ordinario, que somos la mayoría).

Cuando se decidió que la edad de jubilación fuese de 65 años, sobre la segunda mitad de los sesenta, la esperanza media de vida de los varones españoles era de 68 años (el de las mujeres unos 73). Suponiendo una entrada promedio en el mundo laboral a los 20 años (y ya es tardía, teniendo en cuenta que en aquella época había muchos menos universitarios), para los hombres estaríamos hablando de 45 años de trabajo para 3 años de jubilación. 15 a 1. Es poca jubilación, vale. Qué coño, es una jubilación de mierda. Pero tenía una ventaja: por cada peseta mensual que pagases en impuestos para pensiones, más o menos generabas un sueldo de 15 pesetas mensuales para un pensionista. Así estaba chupado tener un sistema de pensiones... ¡si se te mueren en seguida! Pero espera, eso no es todo... es que, además, la pirámide de población... ¡aún tenía forma de pirámide! Echando un vistazo a la pirámide de población de 1975 (por ejemplo) podemos calcular a ojímetro que había unas 13 personas bajo los 65 por cada persona mayor de esta edad (para ello hay que comparar la suma de las áreas en los gráficos). Por tanto: 15 x 13 = 195!! Uau!! Osea que por cada peseta que pagase cada ciudadano (ya la pagase él o la persona que le sustentase) durante su vida activa, se reunían 195 pesetas para cada jubilado! Un chollazo. Si suponemos una tasa de actividad del 50%, que tiene mucho sentido, nuestro 195 se queda en 97.5. Es decir, había 97.5 "unidades de trabajo" por cada "unidad pensionista".

Actualmente, entrando en el mundo laboral a una edad media de 22 años (por la mayor proporción de universitarios), estaríamos hablando de trabajar unos 43 años para disfrutar de 15.9 (esperanza de vida actual en España, aprox., es 80.9 años) de pensión. Por tanto, 2.7 años de trabajo por cada año de jubilación. Aunque suena apetecible, ya empezamos a preguntarnos cuánto tendríamos que pagar al mes como trabajadores para poder tener un sueldo de viejecitos... Bueno, espero que al menos el segundo factor (proporción de población jubilada VS población total) nos salve. Pero claro, la pirámide de población (de 2000 en este link) ya no parece una pirámide. Parece un bonsai feo. A ojímetro, como hemos hecho antes, podrían verse unas 6 personas no-jubiladas por cada jubilado. No es una cifra tan buena como antes, está claro: 2.7 x 6 = 16.2. Aplicando una tasa de actividad del 50% de nuevo, tenemos 8.1 "unidades de trabajo" por cada "unidad pensionista". Una birria. Por eso los presupuesto generales del estado tienen su campo más abultado dedicado a las pensiones. Porque por cada euro que pone cada trabajador en la hucha, SÓLO se generan 8.1 euros para algún sueldo de algún pensionista.

El sistema, hoy, ya es lo bastante raquítico y problemático con ese birrioso 8.1. Pero ahora imaginemos qué puede ocurrir cuando esa monstruosa generación (actualmente comprendida aproximadamente entre los 33 y los 47 años de edad) se jubile. Obsérvese la pirámide del link anterior, e imagínese ese enorme michelín subiendo hacia arriba, hacia arriba... con una natalidad evidentemente insuficiente para hacer que nuestra pirámide parezca, ni de lejos, ni un edificio de paredes verticales. ¿Resultado? No lo sabemos exactamente, pero algunos estudios demográficos arrojan la cifra de un jubilado por cada persona no-jubilada (lo cual, gracias a que hemos echado un vistazo a la pirámide de población, sabemos que no anda desencaminado). Si a eso añadimos que la esperanza de vida suba un poquito más (tampoco nada escandaloso, pongamos 3 ó 4 años más), dentro de 30 años tendríamos 2.15 años de trabajo por cada años de jubilación. Y por tanto: 1 x 2.15 = 2.15!! Tan sólo 2.15 unidades de trabajo por cada unidad pensionista.

Para poner un ejemplo gráfico, si queremos tener una pensión media de 650 euros/mes... cada trabajador tendría que pagar a la hucha de las pensiones 650 / 2.15 = 302 euros al mes. Acojona. Porque hay otros muchos gastos en el Estado además de las pensiones, por cierto. Y no es 650 euros sea precisamente la pensión que yo quisiera tener.

En esta momento ya podríamos elegir entre dos opciones: o nos preparamos para la madre de todas las subidas de impuestos de la historia de aquí a 30 años, o las pensiones serán una mierda tipo 100 euros mensuales, con lo que será como si no existieran y todo el mundo se hará planes privados. La primera opción es un desastre total y sería una ruina para la economía del país. La segunda es bastante triste y tampoco satisfactoria, puesto que los planes privados son más caros que la SS y, además, se irán haciendo más caros a medida que la esperanza de vida también suba.

Estas son las mátemáticas, las cuentas, vamos. Son muy aproximadas, evidentemente; he hecho simplificaciones como considerar sólo a la población masculina en los sesenta (al fin y al cabo era la inmensa mayoría de la población activa en aquella época), he utilizado una pirámide de 1975 para hablar de la segunda mitad de los sesenta... Hay cosas que matizar, incluyendo el fraude fiscal (aunque esa es otra historia). Pero el sistema funciona así. Euro que entra, euro que sale. Cada euro de pensión sale del bolsillo de los demás. Me gustaría saber quiénes son los que van a pagar las pensiones si no se sube la edad de jubilación, ¿serán Toxo y Méndez?

martes, 12 de enero de 2010

Un día en la hemeroteca


La sociedad española se presta demasiado a menudo al juego orwelliano de 1984. Por repetición, somos capaces de interiorizar ciertas verdades y doctrinas hasta un límite insospechado. En eso demostramos, desde luego, tener muy poca memoria. No hablo ya de memoria histórica (lo meto gratuitamente), porque ahí desgraciadamente la guerra está perdida. Y no me refiero a la memoria histórica que esté de moda en cada momento (como, por ejemplo, durante los últimos años lo ha estado la reivindicación de todo elemento político, social o cultural reprimido por el franquismo), sino al hecho de que, en España, un grupo cualquiera de universitarios tomando café puede descojonarse de risa en tu cara cuando insinúas que un importante factor de la actual situación económica de Andalucía es hecho de que aquí se completó la reconquista de la península y, sobre todo, de cómo se repartieron el pastel los mandamases de la época. No, no es eso.

Resulta que Winston, el protagonista de 1984, trabajaba en el Ministerio de la Verdad, donde los altos funcionarios se encargaban de flashear la memoria colectiva de la sociedad cada vez que era necesario. Un gigantesco aparato mediático lanzaba a placer las necesarias consignas y cortinas de humo, o daba los golpes de timón necesarios en la opinión de los ciudadanos, de forma que siempre estuviesen entretenidos, tuviesen alguien al que odiar y, de esa forma, formasen piña en torno a su gobierno bienhechor.

Quizá exagere un poco con lo de 1984. En realidad, como leí hace unos días en una viñeta de cómic bastante interesante, nuestra sociedad probablemente se parece/parecerá bastante más a Un Mundo Feliz (Aldous Huxley) que a 1984. Hay que reconocer que si algo han demostrado los europeos (y sus primos yanquis) es que por las malas es muy difícil controlarlos. Pero por las buenas está tirado meterlos en el saco, como en parte ha venido a demostrar la televisión y como siguen haciéndolo empresas como Google (seguidas a bastante distancia por otras como Facebook o Apple).

¿Pero por qué digo todo esto? Bien, vamos allá. La primera estación de nuestro viaje en el tiempo es 2002 (bastante cerquita). Si os asomáis a la ventanilla, veréis a Rubalcaba criticando una ley del PP de regulación del comercio electrónico que adaptaba una directiva europea relacionada con el tema. Cito literalmente al diario El País:

"el Gobierno ha tratado de incluir dos leyes "en una", ya que, según Rubalcaba, no sólo se regula las actividades comerciales en Internet, tal y como indicaba la Directiva comunitaria, sino que pretende "regular los contenidos" y, en definitiva, "controlar el flujo de información en la Red".

No perdáis ocasión de leer la noticia hasta el último párrafo porque es sencillamente descojonante. Mismos argumentos, mismas acusaciones, mismo de todo que lo que ha ocurrido con la Ley de Economía Sostenible (risas ante la mención del nombre de la ley aquí).


La siguiente parada es el 26 de diciembre de 1985. Un poco más lejos. Por aquel entonces yo sólo tenía un año. Esto de internet no existía, por lo que aún no había llegado la orgía del copieteo que hoy en día quita el sueño a los autores. Los músicos y cantantes medraban a gusto, más felices que un gorrino en un lodazal, libres de temores, pues su modelo de negocio parecía inexpugnable. ¿Del todo? ¡No! Porque en la sorprendente fecha de 1985, amigos, en la que de vez en cuando un amiguete te pasaba una cinta de casette copiada en su casa, o a tu novia le regalabas una recopilación con "vuestras canciones" en dicho formato, el diario ABC exclama (página 52, clic para ver) "La piratería pone en peligro de muerte a la industria fono-videográfica". Lo de fono-videográfica queda bastante anticuado, pero estamos ante lo que estamos. Se habla de "un problema muy serio", de "el robo del siglo", ¡y por supuesto se menciona a la SGAE! Aunque en 1985 la mayoría de sus actuales caras visibles aún eran jóvenes respondones a los que les molaba la vida nocturna de Madrid, bebían con desenfreno y pasaban de los carrozas de sus viejos, que sólo pensaban en el dinero.

Una cosa no ha cambiado en 25 años de prensa acerca de la piratería. La gigantesca falacia de que unidad copiada equivale a venta perdida a la hora de calcular las cuantiosas pérdidas (en pasta gansa) para la industria. Como si algún gilipollas pudiera pensar que, en caso de no existir el mp3, yo me habría comprado (en unos cinco años) los 400 y pico discos que tengo almacenados.