viernes, 9 de enero de 2009

Claro, como a ti te gustan las películas antiguas...



Hay una cosa de la que estoy harto: que la gente me considere (cinematográficamente hablando) "el de las películas clásicas". No es que tenga nada de malo, es que es mentira. Pero la razón por la que lo escribo es porque me he dado cuenta de que no soy el único al que le pasa.

Veamos. El cine tiene unos cien años de historia, ¿correcto? Se han producido películas en buena cantidad durante los últimos 70 u 80 años, ¿bien? Ahora supongamos que elegimos veinte películas buenas al azar, sin tener en cuenta para nada su época. ¿Cuántas saldrán de los años 40, 50, 60, 70...? Unas cuantas, ¿verdad? Pues eso, ya está. No es que nos gusten más las películas clásicas, es que si no le tienes alergia al polvo, al blanco y negro o al technicolor, podrás apreciar una peli como buena ya se hiciera ayer o en 1950.

Por otra parte, incluso nos atreveríamos a decir que las pelis antiguas que ves hoy día son en promedio mejores ya que tienen, de principio, el mérito de permanecer en el candelero (televisión, revistas, páginas web, DVDs...) después de muchos años. El mismo mérito que tendrán las buenas pelis que se estrenan hoy y que seguirán vendiéndose y visionándose en el 2050, mientras las malas caen en el olvido para siempre.

Pues eso. Hala.

jueves, 8 de enero de 2009

La tetera de Russell


Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.

Bertrand Russell